Así se forma el buen corporativo de Bill Gates, el chico que jugaba a las computadoras en la casa de al lado, the boy next door, el padre-tío cool que todos (menos quien escribe) de Steve Jobs, que te invita a comer a su casa y se rien tomando red wine mientras ven fotos en su ipad o por qué no el magnate Sugar, dueño del Tottenham, viejo carcamán, o Richard Stallman, fundador del software libre, el amigo hippie que todos quisiéramos tener.
Ahora, hay un amplio problema ante este fenómeno: Cuando tu CEO es un pelotudo. Lisa y llanamente. No solo lo es, sino que además dista de ser tímido:
Este es Steve Ballmer, CEO de Microsoft. Sí, CEO de Microsoft.
Tal vez el impacto es motivador, es querible pero, muy probablemente, es entonces cuando el futuro de tu organización puede colapsar de un día para otro. El tío este ya puede no caerle en gracia al mundo, puede ser un boca floja y arruinar de un plumazo la reputación de marca construida por años. Solo por un impulso estúpido.
En pocas palabras, quién le va a decir "disculpe señor presidente, es UD EL QUE ARRUINA EL VALOR DE NUESTRA MARCA".